Retos y Alternativas Ecosociales para el siglo XXI

Parte I
El Diagnóstico

Módulo VII Cambio climático

Nociones básicas sobre el cambio climático

El clima del mundo ha cambiado y cambiará a lo largo de la historia. El planeta Tierra ha vivido épocas más frías que las actuales (los periodos glaciares) y épocas más cálidas. El problema es que el calentamiento que hoy está en marcha no es producto de la evolución del propio sistema climático, sino que está siendo inducido por la actividad industrial humana. Este calentamiento antropogénico cuenta además con dos peculiaridades: la primera es lo vertiginoso de su ritmo, que es históricamente inédito. La segunda es que el ser humano moderno sobrevive adaptado a márgenes ecológicos relativamente estrechos, cuyo desorden súbito puede volverse catastrófico en términos de conservación de la misma vida humana.

Las emisiones de diversos gases a través de la quema de combustibles fósiles a lo largo de la era industrial, especialmente de dióxido de carbono, ha generado en la atmósfera una suerte de pantalla que, a modo de invernadero, retiene el calor del planeta aumentando su temperatura. El aumento de temperatura provocado por este gran invernadero despierta algunos círculos viciosos en el sistema climático, como la reducción de la superficie de hielo del planeta, que con su color blanco consigue hacer rebotar parte de la luz solar hacia el espacio.

La actividad humana que más contribuye al calentamiento global es la quema de combustibles fósiles para uso energético, ya sea directamente (electricidad, calefacción) o a través del transporte. El modelo de agricultura industrial también es otro importante contribuyente en la emisión de gases de efecto invernadero. En cuanto al reparto de estas emisiones, las naciones industrializadas hoy emiten el 65% de los gases, mientras que a los países del sur les corresponde aproximadamente un 35%. Si analizamos los datos históricamente, el desarrollo económico e industrial de los Estados Unidos ha sido el gran responsable de todas las emisiones acumuladas, casi un 30%, ocupando China y Rusia el segundo y tercer lugar con un 9 y un 8% respectivamente. El dato de acumulación histórica de emisiones es importante porque las naciones del sur defienden su derecho a industrializarse, y por tanto a emitir más gases de efecto invernadero, ya que su contribución al conjunto del problema ha sido menor.

La situación actual respecto al cambio climático

Hacia 1800, antes de la expansión del capitalismo industrial, la concentración de partículas de dióxido de carbono en la atmósfera era de 280 partes por millón. Hoy esta concentración ha subido hasta las 400 partes por millón, y el 80% de esta aceleración ha tenido lugar en los últimos 40 años. 450 partes por millón ha sido establecido como un objetivo político internacional oficial: se trata de una línea roja que es necesario no traspasar para evitar una subida de temperatura media global superior a los dos grados centígrados, umbral de seguridad a partir del cual se considera que el cambio climático puede tomar derivas peligrosas e imprevisibles. Sin embargo, en diciembre de 2013, un importante artículo científico (“Valorando el cambio climático peligroso”) firmado por muchos climatólogos de prestigio, argumentaba que incluso una subida de la temperatura de 2º puede venir asociada a daños insoportables.

Hacia 1800, antes de la expansión del capitalismo industrial, la concentración de partículas de dióxido de carbono en la atmósfera era de 280 partes por millón. Hoy esta concentración ha subido hasta las 400 partes por millón, y el 80% de esta aceleración ha tenido lugar en los últimos 40 años. 450 partes por millón ha sido establecido como un objetivo político internacional oficial: se trata de una línea roja que es necesario no traspasar para evitar una subida de temperatura media global superior a los dos grados centígrados, umbral de seguridad a partir del cual se considera que el cambio climático puede tomar derivas peligrosas e imprevisibles. Sin embargo, en diciembre de 2013, un importante artículo científico (“Valorando el cambio climático peligroso”) firmado por muchos climatólogos de prestigio, argumentaba que incluso una subida de la temperatura de 2º puede venir asociada a daños insoportables.

Con el problema climático se suele cometer un error de percepción. Puesto que los científicos hablan de subidas de temperatura de entre 2 y 8 grados a final de siglo XXI, es fácil extrapolar y pensar que no es tan grave: en Madrid, la amplitud térmica anual es de 20 grados. Pero los informes científicos no se refieren a temperaturas locales, sino a la temperatura media global del planeta. Un dato puede servir de referente: durante las últimas glaciaciones, en las que casi toda Europa estaba cubierta por un casquete polar, la temperatura media global solo descendió entre 4 y 5º. Por tanto, una subida de 4º implica no solo veranos un poco más cálidos, sino una transformación radical del clima del mundo. Es importante entender que el calentamiento climático no va a suponer una subida de temperatura homogénea en todo el globo. En algunas regiones puede derivar en un enfriamiento del clima: por ejemplo, en Europa. Si el deshielo del ártico anula la corriente marina cálida del golfo, que dota a la costa occidental europea de un clima muy benigno, es de esperar que el clima en algunas partes de Europa se vuelva más frío.

Modelos de variación de temperatura y precipitaciones hasta 2100

Modelos de variación de temperatura y precipitaciones hasta 2100. Fuente: 5º informe IPCC

¿Cuál es la situación actual? Tras casi tres décadas de reflexión y acción alrededor del cambio climático, la emisión de gases de efecto invernadero no se ha reducido, sino que se está acelerando. Hoy superamos ya las 405 partes por millón y añadimos cada año 2,8 nuevas partes por millón, que es tres veces más de lo que añadíamos en los años sesenta. En conclusión, estamos cada vez más lejos de poder alcanzar unos objetivos oficiales que pecan de optimistas. En la cumbre sobre el clima de Paris de 2015 tuvo lugar un crimen contra la Humanidad: al hablar de combatir el cambio climático sin comprometerse a descarbonizar nuestras economías y sin firmar un acuerdo vinculante se ha condenado a muerte, en diferido, a millones de personas por la vía de la hambruna, los conflictos climáticos o el éxodo migrante.

Emisiones antropogénicas globales de CO2 y acumuladas

Emisiones antropogénicas globales de CO2 y acumuladas. Fuente: 5º informe IPCC

Previsiones de evolución del cambio climático

El cambio climático hacia un mundo más caliente ya está en marcha. El debate por tanto no es ya cómo frenar el calentamiento global, sino cómo evitar los peores escenarios. Y en este sentido, el futuro se presenta fatídico: el informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de Abril de 2014, informes que siempre están sesgados de un cierto optimismo, arrojan los siguientes pronósticos: todas las previsiones están por encima de los 2º, y las peores llegan a aumentos de temperatura de 8º. El escenario más probable, al que el IPCC otorga una probabilidad del 95%, es una subida de 4,8º de aquí a final de siglo.

Además, tenemos un peligro añadido: sobrepasar alguno de los puntos de inflexión que pueden acelerar y disparar el calentamiento global. Dentro del sistema climático existen algunos de estos puntos de inflexión concentrados especialmente alrededor del Ártico. Por ejemplo, el metano enterrado en el permafrost siberiano y los lechos marinos en forma de hidratos. Si estos se derritiesen por completo sería posible la liberación a la atmósfera de enormes cantidades de este gas de un efecto invernadero muy superior al del dióxido de carbono. Si esto sucediese, no sería exagerado hablar de apocalipsis climático, una emergencia planetaria instantánea en términos históricos, equiparable a grandes extinciones de la historia de la vida en el planeta.

Escenarios del Quinto Informe de Evaluación del IPCC

Escenarios del Quinto Informe de Evaluación del IPCC. Fuente: 5º informe IPCC

Las cifras de reducción de emisiones que serían necesarias para solucionar el problema climático es muy severa. Para no aumentar la temperatura global más de 1,5º respecto al clima preindustiral, los mejores climatólogos del mundo proponen, habiendo empezado en 2013, reducir las emisiones un 6% acumulativo anual durante los próximos 40 años. Esto implicaría una transformación social profundísima. Pero por la naturaleza de los crecimientos exponenciales de la economía capitalista, la ventana de oportunidad se está reduciendo. Si esperamos sólo hasta 2020, las necesidades de reducción acumulativa serán del 15% anual: algo inimaginable, salvo que vivamos un proceso de colapso o una revolución social.

Afecciones del cambio climático a nivel global

Según el Informe Stern, encargado por el gobierno del Reino Unido, «el cambio climático representa un reto único para la economía, pudiendo afirmarse que es el mayor y más generalizado fracaso del mercado jamás visto». En este informe se afirma que, de no tomar medidas, el cambio climático puede suponer una pérdida de más del 20% del PIB de la economía global a lo largo del siglo XXI. Pero sus mayores efectos no se pueden medir con dinero.

Las consecuencias de una alteración climática del calibre que se está produciendo son inmensas y en muchos planos. Los efectos potenciales de este proceso de calentamiento varían según la intensidad de la subida de las temperaturas, pero incluyen acidificación oceánica, extinción del fitoplancton, potencialidad para modificar o bloquear la corriente termohaliana, multiplicación de fenómenos climáticos extremos (inundaciones y sequías), aumento del nivel del mar, efectos en la salud por la expansión de enfermedades tropicales y desórdenes sociales provocados por la traducción sociopolítica de estas tensiones.

Impactos globales del cambio climático

Impactos globales del cambio climático. Fuente: 5º informe IPCC

Pero aquí es preciso hacer una aclaración: la biología humana está preparada para adaptarse a una Tierra más cálida (quizá algunas zonas quedarían deshabitadas por la desertificación y otras por sumergirse debajo del mar). Pero la cuestión central es que los ecosistemas no pueden adaptarse a una elevación de temperatura tan drástica sin colapsar, y menos los agrosistemas sobre los que descansa la alimentación de la humanidad. Centrándonos en el plano agrícola, la subida de temperaturas será especialmente insoportable para las regiones intertropicales, como África, que dependen de una agricultura de secano que ya se encuentra en el límite de sus temperaturas máximas biológicamente permitidas. A partir de cierto nivel de aumento de temperatura, que se ha calculado en 3 grados, la pérdida de cosechas africanas no podrá compensarse con el aumento de las cosechas en regiones más frías.

Riesgos del cambio climático en la producción de alimentos

Riesgos del cambio climático en la producción de alimentos. Fuente: 5º informe IPCC

Si a finales del siglo XXI nos situamos en un clima cuatro grados más cálido que en la época preindustrial, un clima que los sistemas agropecuarios actuales no podrán soportar, y no contamos con una estructura internacional de racionamiento de cereales, el dilema es el siguiente: qué porción de la humanidad sobrante será exterminada de aquí a final de siglo.

Nivel de riesgo adicional provocado por el cambio climático

Nivel de riesgo adicional provocado por el cambio climático. Fuente: 5º informe IPCC

Afecciones del cambio climático en España

Imagínate España sin producción de vino. Imagínate Galicia sin marisco por el calentamiento de las aguas de sus rías. Imagínate Valencia sin naranjas. Andalucía sin aceite de oliva, el sureste español (Andalucía Oriental, Murcia y parte de la Comunidad Valenciana) convertido en un desierto inhabitable. Ciudades como Barcelona, Bilbao, Coruña o Santander sumergidas bajo las aguas del mar. Imagínate enfermedades tropicales, como la malaria y el paludismo, afectando a Extremadura, Madrid o Castilla la Macha. Imagínate huracanes anuales golpeando la costa del Cantábrico. Imagínate una presión migratoria en el Mediterráneo, no de un millón de refugiados como la actual (que ya es la mayor migración forzosa en Europa desde la segunda Guerra Mundial), sino de cientos de millones de personas escapando del colapso de la agricultura africana y sus consecuencias. Imagínate cómo puede esto traducirse a nivel político y social.

Esta estampa apocalíptica no es ciencia ficción: es una descripción plausible de nuestro país hacia mediados de siglo XXI si las tendencias actuales de calentamiento global no se revierten. Uno de los problemas más importantes con la comprensión del cambio climático ha sido presentarlo como un fenómeno demasiado global, alejado del día a día, y no asociarlo a los cambios radicales que va a implicar en la vida cotidiana de todas y todos.

De modo más detallado, estas son las principales afecciones que se esperan para nuestro país:

  • Multiplicación de la escasez hídrica y prolongamiento de las sequías.
  • Avance de la desertización, y “saharización” del sur del país, con zonas de Andalucía, Murcia y Comunidad Valenciana que pueden volverse inhabitables.
  • Afecciones a la salud: la época de reproducción de las plantas se prolongará alargando el periodo de alergias; grandes olas de calor afectarán especialmente a los más vulnerables como los ancianos, los niños o la gente sin recursos (se estima que en el caso de la ola de calor de 2003 en Europa hubo cerca de 7.000 víctimas); la expansión del mosquito tigre (Aedes albopictus) y del mosquito de la fiebre amarilla (Aedes aegypti ), que hasta ahora encontraban barreras climáticas para establecerse en España, propagarán enfermedades intertropicales, como la malaria y el dengue (solo en la temporada 2013 se capturaron más de 10.000 mosquitos tigre en el Delta del Ebro).
  • Pérdida de producción agrícola y ganadera, incluyendo la desaparición de sectores emblemáticos como el mejillón gallego, las vides, los olivos, las naranjas y los limones. Algunos datos sobre las bajadas de producción de nuestras cosechas estiman un déficit en el suministro de forrajes del 30%, una reducción de la cabaña de aves de corral en un 15 - 20%, y un descenso de la producción de patatas en un 30%.
  • Pérdida de producción forestal: en el sur de la península de un 50% y en el norte de un 35%.
  • Más incendios forestales al existir un mayor número de días al año bajo el peligro de los tres treintas (más de 30º de temperatura, más de 30 km por hora de viento y menos de 30% de humedad relativa).
  • Tropicalización de las aguas marinas, lo que implicará la llegada de especies de fuera y organismos tóxicos que desequilibrarán los ecosistemas, como ya está sucediendo con las plagas de medusas en el Mediterráneo.
  • Aceleración de la pérdida de biodiversidad.
  • Impacto habitual de grandes sistemas tormentosos, como los huracanes.
  • Grandes oleadas de polvo sahariano.
  • Desaparición de humedales: muchos pasarán a ser estacionales.
  • Enorme presión migratoria, tanto interna (provocada por las ciudades costeras inundadas y las zonas desertificadas del sur del país) como externa, a través de la frontera sur.

La lucha contra el cambio climático

La lucha contra el cambio climático tiene décadas de existencia. Ya desde la Cumbre de Río de 1992 se comenzó a trabajar en una acción global concertada contra el cambio climático. Cuatro años antes, en 1988, surge el IPCC (siglas en inglés del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático), un auténtico hito de la colaboración científica internacional. Su objetivo es promover evaluaciones científicas comprensivas sobre la cuestión climática que ayuden a desarrollar opciones que sirvan para: enfrentar su avance, adaptarse a sus consecuencias o mitigar sus efectos.

En 1997 se firma en Kioto el primer protocolo que compromete a las naciones del mundo a realizar una reducción de sus emisiones, de un 5% entre 1997 y 2012. Este protocolo incluía además medidas de compensación, por las cuales algunas naciones podían comprar derechos de emisión a otras, o compensar con inversiones supuestamente verdes, cuya capacidad real de reducir emisiones es dudosa.

La realidad es que el Protocolo de Kioto fue un fracaso. Fijémonos en el caso español. España se comprometió a limitar el aumento de sus emisiones un máximo del 15 % en relación al año base (1990). Pero el incremento de sus emisiones, en relación al año base, ha sido como sigue: 1996: 7 %; 1997: 15 %; 1998: 18 %; 1999: 28 %; 2000: 33 %; 2001: 33 %; 2002: 39 %; 2003: 41 %; 2004: 47 %; 2005: 52 %; 2006: 49 %; 2007: 52 %; 2008: 42,7 %. Solo el parón de la crisis económica ha tenido un resultado positivo en la reducción española de Gases de Efecto Invernadero.

En la cumbre del clima de Copenhague, en 2009, se intentó cerrar un nuevo acuerdo global para trabajar en una reducción común de emisiones, pero esta cumbre se saldó con otro fracaso. Las razones de estos fracasos debemos buscarlas en la naturaleza expansiva de nuestro sistema económico: los países ricos no están dispuestos a renunciar al crecimiento, y los países empobrecidos del Sur global argumentan que son los países del norte los que tienen que hacer un mayor esfuerzo en la reducción de emisiones. Su argumento es de justicia histórica: ya que los países ricos han podido colocarse en la élite mundial gracias a siglos de desarrollo contaminante, tienen una deuda acumulada con los países del sur, y deben permitir que estos alcancen también el desarrollo asumiendo la mayor parte de las reducciones. Es lo que se conoce como principio de responsabilidad común pero diferenciada.

La decepción de la COP21 de Paris en 2015

En 2015 tuvo lugar en Paris la COP21 sobre el clima: un evento que estaba llamado a ser una de las últimas oportunidades para desarrollar una acción global concertada de lucha contra el cambio climático antes de que éste presente patrones de descontrol irreversibles. A continuación, un texto del filósofo ecologista Jorge Riechmann al respecto:

«En comparación con lo que podría haber sido, es un milagro. En comparación con lo que debería haber sido, es un desastre».

Tal era la sintética valoración de lo logrado en la “Cumbre de París” que ofrecía George Monbiot, uno de los analistas de cuestiones ecológico-sociales más lúcidos que cabe encontrar en el panorama internacional.

Veamos primero los aspectos positivos del acuerdo firmado en París en diciembre de 2015, la parte de “milagro”. Cabría sintetizarlos así:

  • 196 países han firmado el acuerdo.
  • 189 países ya han presentado sus contribuciones (propuestas de acción, INDC o Intended National Determined Contributions), siguiendo la dinámica iniciada en la COP 20 de Lima.
  • Se ha reconocido el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas” (también en lo relativo a financiación).
  • Se menciona el objetivo (muy ambicioso, enseguida iré a ello) de 1’5ºC.
  • Se establece un procedimiento de transparencia y rendición de cuentas sobre la base de un sistema de información claro y común, con revisiones y actualizaciones periódicas.
  • Puede tomarse el acuerdo como un punto de partida para la acción.

Ahora bien, los aspectos negativos del acuerdo (el “desastre” al que aludía George Monbiot) son gravosos:

  • Ausencia del culpable, en el sentido de que no aparece por ninguna parte la idea de que los combustibles fósiles deben quedar en el subsuelo (véase el art. 2.1c); de hecho, en el Acuerdo de París ni se mencionan los combustibles fósiles.
  • El acuerdo es vinculante como tal, pero no establece obligaciones concretas vinculantes (cf. art. 4.2) y en esa medida resulta algo vacuo. El cumplimiento de las Contribuciones Nacionales (INDC) no es obligatorio; no hay régimen de sanciones (art. 15). Ausencia, en general, de cifras y normas concretas.
  • No aparecen en el acuerdo la aviación ni el comercio marítimo, responsables hoy del 10% de las emisiones causantes del calentamiento global (porcentaje que puede aumentar al 39% en 2050 si estos sectores siguen exentos de regulación).
  • Contabilidad de emisiones sesgada e injusta (habría que fijarse en el consumo más que en la producción).
  • Ausencia de un objetivo de mitigación, y de una fecha para el “pico” o máximo de las emisiones (cf. art. 4).

Nos engañamos con la idea de “neutralidad climática” (en el acuerdo no está la idea de descarbonizar la economía, sino sólo la compensación de emisiones para lograr un balance neto equilibrado). Como indica Esteban de Manuel Jerez en el texto que reproduzco a continuación, «se podrá seguir emitiendo CO2 confiando en que el desarrollo tecnológico traiga medios supersofisticados para absorberlo. Nos lo jugamos todo a la fe tecnológica...»

Todo indica que, a pesar de este acuerdo, no ya el objetivo de 1’5ºC, sino incluso el de 2ºC, será sobrepasado. En efecto: el objetivo de 1’5ºC corresponde a un nivel de carbono atmosférico de 350 partes por millón (ppm) a finales del siglo XXI (en 2016-2017 estamos en 400 ppm). Para ello, la reducción global de emisiones en 2050 tendría que ser del orden del 70-95%, según los datos del IPCC. Ahora bien, esto significa, según los cálculos de Kevin Anderson (uno de los mayores climatólogos del mundo), una reducción de emisiones del 10% anual desde ya (2015) para los países ricos (como los integrantes de la UE), llegando a un sistema energético con cero emisiones netas en veinte años (2035). Es impensable un cambio sistémico de tal magnitud, en esos plazos, sin tocar los resortes básicos del capitalismo… “Cambiemos el capitalismo, no el clima” es una buena consigna, pero difícilmente concitará las mayorías necesarias en los perentorios plazos de que disponemos. En cualquier caso, abordemos algunas propuestas de construcción del masivo movimiento social en pro de la justicia climática que nos haría falta.

[Texto extraído de Jorge Riechmann, La cumbre de Paris]

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